La popularidad de los hongos -consumidos solos o en combinación con otros alimentos-, está más relacionada con su sabor exótico y sus propiedades culinarias que con su valor nutricional.
Sin embargo, el consumo de hongos puede contribuir a la nutrición humana con una importante dotación de nutrientes. Los hongos son un buen alimento porque aportan proteínas, fibra, vitaminas y minerales con muy pocas calorías (20-34 Kcal/100g), sin grasas ni colesterol.
Son una buena fuente de vitaminas B, son ricos en tiamina, riboflavina, niacina, biotina y ácido fólico. Y por si fuera poco, son fuente de potasio, fósforo, cobre y hierro, además de manganeso, molibdeno y zinc.
Se ha comprobado, además, que el consumo de setas ayuda a regular la glucosa sanguínea en la diabetes y el colesterol y los triglicéridos.
La fibra de las setas es conocida como quitina, un polímero de la N-acetilglucosamina, que puede ayudar a nutrir el colágeno de las articulaciones y la piel. Hay muchas maneras de cocinarlos, la mayoría bastante fáciles e incluso se pueden comer en crudo.
Tienen un contenido proteico superior a la mayoría de los vegetales, por lo que ayudan a seguir una dieta más verde, como recomiendan los expertos, sin perder proteínas en el cambio.
Los Portobellos y los hongos ostra o gírgolas, por ejemplo, contienen todos los aminoácidos esenciales, aspecto que los convierte en excelente sustituto de la carne para algunas preparaciones que requieren de picadillos como hamburguesas, lasaña, empanadas, mousaka, tartas o salsa boloñesa.
Sin dudas pueden ser un sustituto de las carnes o un complemento para reducir su consumo.
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